Ayer, 5 de marzo compartimos una eucaristía – homenaje a Pedro Meca, referente imprescindible para los que se dedican su vida o su trabajo a las personas en calle y sin hogar. En la Parroquia Santa Rosa de Lima, junto a sus hermanos de la Fundación San Martín de Porres que hicieron de anfitriones, compartimos este emocionado adiós. Aún los que no habíamos tenido la suerte de conocerle personalmente, pudimos emocionarnos con las palabras de los que si la tuvieron. Cuando una persona concita con esta unanimidad, la misma emoción, el mismo sentimiento, es que estamos ante una humanidad excepcional, fuera de toda duda. Un santo, un amigo, un hermano, un ejemplo, un referente y todo ello al mismo tiempo. Un loco, tal como rezaba la oración de L J. Lebret, que escuchamos en el homenaje.

Para los que le conocieron, será siempre una huella tras la que seguir caminando. Para los que desconocían su existencia, sirva esta reseña como una llamada a buscarle, a descubrirle. Para todos los que se dediquen al trabajo social, de una u otra manera, una referencia obligatoria.

Pedro Meca, dominico, falleció el pasado 17 de febrero en París a los 80 años, dejando un poco huérfanos a todos los que le conocieron y frecuentaron su amistad. Una infancia dura, una juventud apasionada y comprometida por la justicia, desembocaron en el año 1992 en la apertura junto con la Asociación “Los Compañeros de la noche” en el barrio Latino de París, “La Moquette”. Un lugar donde las personas de la calle, podían encontrarse con otras personas, con o sin hogar, ser escuchados y compartir conferencias, debates, fiestas de cumpleaños, talleres de escritura…No era un refugio, no se ofrecía cama ni dinero, solo se atendía a las necesidades relacionales, rompiendo guetos y fronteras. Decía: “Lo fundamental es el encuentro, que la gente venga. Es el pretexto para que la gente pueda venir y encontrarse en una situación de igualdad”

 Pero Meca veía al otro, a la persona sin hogar, que carecía de todo, como una persona con “mucho”. Con gustos, con cultura, con deseos, con todo su “ser”. Decía textualmente en una entrevista, “El mayor respeto que se puede tener hacia alguien es decirle: Yo creo en ti y tu puedes aportarme algo. No se trata de tener, sino de ser».

Su mirada digna alcanzaba a las personas sin hogar, aún después de su fallecimiento. Así, dignificando sus muertes, dándoles una despedida digna, dignificaba también sus vidas.

Profundo creyente, tal como nos dice uno de sus amigos, Pedro Cabrera, “su vida siempre transcurrió en los márgenes, en las fronteras de la sociedad, de la Iglesia” “contrabandista de ideas, de experiencias, de horizontes..”

Así anunciaban sus hermanos dominicos su fallecimiento “Anunciamos con tristeza la muerte de nuestro hermano Pedro Meca, compañero de la noche de los que no tenían nada. Un mendicante entre los pobres”. Descanse en paz.

 DANOS LOCOS, SEÑOR

¡Oh Dios!, envíanos locos, de los que se comprometen a fondo, de los que se olvidan de sí mismos, de los que aman con algo mas que con palabras, de los que entregan su vida de verdad y hasta el fin.

DANOS LOCOS, SEÑOR, DANOS LOCOS. Danos locos, chiflados, apasionados, hombres capaces de dar el salto hacia la inseguridad, hacia la incertidumbre sorprendente de la pobreza.

DANOS LOCOS, SEÑOR, DANOS LOCOS. Danos locos, que acepten diluirse en la masa sin pretensiones de erigirse en escabel, que no utilicen su superioridad en su provecho.

DANOS LOCOS, SEÑOR, DANOS LOCOS.

Danos locos del presente, enamorados de una forma de vida sencilla, liberadores eficientes del proletariado, amantes de la paz, puros de conciencia, resueltos a nunca traicionar, libres y obedientes, espontáneos y tenaces, dulces y fuertes.

DANOS LOCOS, SEÑOR, DANOS LOCOS.

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