Cada mañana… intemperie

Cada mañana asisto en mi paseo al trabajo a una misma escena… decenas de coches transitan por una de las principales arterias que avanza al corazón de Madrid. En una de las plazas por las que la vía se cruza, pitidos estridentes, roces y prisas de mañana, y un hombre con barba cana y abrigo de cazador se sujeta unos pantalones gruesos de varias tallas superiores mientras camina descalzo y cabizbajo por entre los coches. No mira si le arrollan. Parece no preocuparle. Se acerca a una de las isletas de jardín de una rotonda y se cubre por unos arbustos para asear su cuerpo. Es el mundo de los decididos, de los activos, de los útiles… frente a la intemperie y la soledad de los descartados. Ambos mundos no se miran, se cruzan, pero no se tocan.

Hace unos años Jesús Carrasco nos brindaba una cruda novela titulada «Intemperie». Benito Zambrano, el cineasta, la convirtió en western. una historia áspera de piel de cuero, silencios, paisajes inhóspitos, de miradas vacías y pozos secos. En esa intemperie tampoco se tocan Nadie percibe al otro.

Cada mañana me pregunto si es ficción la novela de Jesús Carrasco o es la intemperie de la persona sin techo  de mi barrio la que fabula con mi día a día. Cada mañana, en esta suerte de año aciago que no comprendemos todavía, me pregunto si es ficción o sueño lo que nos rodea. Si la mascarilla es una resistencia a despertar, si son los ojos los que no quieren abrirse y dejar de imaginar.

Poco después, cada mañana, camino cerca de un cajero. Y cada mañana me despiertan los pies descalzos de otro vecino que duerme abrazado a su mascarilla, entre mantas, cercado por orines y marchito ante la inatención de quienes ansiosos pretendemos llegar rápido a destino. Lo esquivamos, saltamos sus pies. Cada mañana el cajero es también intemperie. Otro sueño desgarrador.

Poco después llego a la oficina y comienzo la rutina que me saca de la duda. La intemperie es real. Ahora nuestra rutina es gestionar el vacío, la distancia entre los seres humanos, la intemperie que creamos entre nuestras pieles y las ajenas. El olvido, la indiferencia, el miedo a descubrirnos vulnerables. Y entre los planes y programas, entre los cuadrantes de personal, las reuniones… recuerdo al hombre de la barba y la casaca y lamento mi distancia ante la voz que duerme en la puerta del banco.

Este año no hay mucho que celebrar en el Día de las Personas sin Hogar. Este año toca sacarnos el dolor, mirar a la intemperie y preguntarnos por lo que vamos a hacer con ella. La pandemia ha provocado una mayor desigualdad social. Venía de lejos, es “estructural” dicen los que saben. Un sistema económico que condena año tras año a más y más precariedad. Los pobres cada vez más inestables y los otros, aquellos que no tenemos que mirar obligatoriamente la cuenta para saber si hay disponible cada semana, más indiferentes. Decían en FOESSA que ya habíamos salido más desvinculados de la crisis anterior. En esta parece que vamos hacia la ceguera colectiva. Día a día, la distancia adquisitiva entre esos dos mundos (entre los que esquivamos los pies descalzos y entre los que duermen a la intemperie), esa capacidad adquisitiva que marca oportunidades, la de la esperanza, la del empleo, se ha hecho más y más amplia. Y cada nueva crisis es mayor en quien solamente tiene migajas que en quien debiera poder soportarla.

Las entidades FACIAM, el tercer sector en general, hemos jugado durante estos meses de COVID, una batalla contra el abandono de quienes duermen a la intemperie. La intemperie es el cajero, pero también quien no tiene siquiera un fogón en el que cocinar la conserva que le dieron en el comedor de la caridad. La intemperie es extranjera, es mujer, es mayor… La primavera del 2020 ha sido mucho más desapacible para las familias que la han pasado en infraviviendas, en casas sin apenas luz. Porque estos meses también han ido de cómo construíamos hogares para luchar contra la intemperie.

Desde hace meses hablamos de distancia de seguridad pero cada vez que asumimos la intemperie y no la combatimos, nos lleva a crear más y más distancia de indiferencia. Y la indiferencia también mata. Como en un western, como en aquel libro, como en el cajero del paseo de las delicias, como en el sueño… como en tantas y tantas realidades que vivieron desde su pobreza la primavera del 2020… Este año, en el día de las Personas Sin Hogar, las entidades FACIAM celebramos que #NoTenerCasaMata y que el reto de la intemperie es tarea de todos y todas.

Xabier Parra / Director de Sercade

#NoTenerCasaMata

#NadieSinHogar

 

*Imagen del artículo, tomada del Video «No Tener Casa Mata» realizado con motivo del Dia de las Personas sin hogar y proyectado en las pantallas gigantes del Cine Callao durante el 22 de octubre»

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